Las ciudades están
plagadas de coches con los faros delanteros amarillos u opacos. Es la forma
perfecta de diferenciar cuando un coche tiene ya algunos años dado que los
nuevos aún no presentan este problema. La plaga de los faros empañados y
amarillentos se extiende como si fuese una gripe o la peste en sus mejores
tiempos. Sin embargo se trata de una enfermedad moderna que afecta a los coches
y la razón que explica este ‘contagio’ masivo la encontramos en el material con
el que están hechos los faros de los automóviles modernos.
El quid de la
cuestión reside ahí, en el plástico con el que están fabricada la protección de
las luces. Esta pieza está hecha con un poli carbonatos, es decir polímeros
termoplásticos que proporcionan grandes ventajas al fabricante ya que es un
material muy moldeable y menos pesado al tiempo que es muy fuerte y presenta
mayor resistencia a los impactos que el vidrio convencional anteriormente
utilizado. Además es difícil de rayar y proporciona mayor transparencia a la
luz emitida por la fuente lumínica instalada.
Eso sí, dejando de
lado todas estas ventajas para el fabricante y para la seguridad del conductor,
su mayor inconveniente no es otro que la alta degradación que padece. El sol y
la oxidación son sus mayores enemigos y esta degradación se plasma en el
clásico color amarillento y o en la opacidad de la superficie.
Seguridad
Obviamente esta
degradación no es simplemente una cuestión estética que empeora la imagen
exterior de nuestro vehículo también tiene consecuencias directas sobre la
seguridad de la conducción. Y es que este desgaste acelerado impide una
correcta difusión de las luces delanteras y por lo tanto la luz emitida no se
centra como debiera en el firme de la carretera al tiempo que obviamente le
resta visibilidad exterior al vehículo (es visto con más dificultad por el
resto de conductores). Situación ésta última especialmente peligrosa en
condiciones de visibilidad reducida, (nieve, niebla, noche, tormenta, etc).
Dados los problemas
de seguridad que conlleva esta situación debe subsanarse cuanto antes para evitar
problemas mayores. Hay dos vías para llevarlo a cabo. Una pasa por el
pulimiento de la pieza que suele rondar los 100 euros y la otra cada vez más
extendida pasa por la aplicación de determinados productos químicos (pulimento
y cera) sobre el faro.
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